La homosexualidad en el teatro

Don Hugo: Ahora que tenemos bien fresca «Noche de Reyes», a ver si somos capaces de reconstruir esa cadena de travestismos que empieza con que Viola naufraga y se disfraza de jovencito…

Don Víctor: Convertida en paje del Duque de Orsino, se enamora de él…

Don Hugo: El Duque, prendado de Olivia, envía a su paje a que la corteje en su nombre…

Don Víctor: … pero el paje, que recordemos no es otro que la propia Viola, despierta en Olivia una gran pasión…

Don Hugo: … En esto que llega Sebastián, el hermano gemelo de Viola, y se enamora también él de Olivia…

Don Víctor: ¡Vaya un berenjenal!… Afortunadamente, Viola revela su auténtica identidad y el Duque la prefiere y se empareja con ella…

Don Hugo: … y Sebastián hace lo propio con Olivia.

Don Víctor: ¿Y todo este barajar de parejas y el cambio de sexo, sólo para hacer reír?

Don Hugo: Ciertamente en superficie; se trata del recurso al quid pro quo, pero veo, don Víctor, que usted, que está ya muy toreado, vislumbra algo más profundo…

Don Víctor: Me fastidia que la explicación se reduzca a aquello de que si Shakespeare era homosexual… ¡Como todos los que destacan!

Don Hugo: Hombre, tenga usted en cuenta que en «As you like it», Rosalind también se disfraza de jovencito y se hace llamar significativamente Ganímedes… Hecha esta aclaración, me resulta indudable que la pulsión sodomítica…

Don Víctor: Pero, don Hugo, ¿todavía puede usarse esa palabra?

Don Hugo: … encuentra en el teatro, al igual que en el mundo onírico, una satisfacción libre de culpa y de condena, a través de subterfugios que hacen tolerable la apariencia de que una mujer ame a otra, o un hombre a un hombre…

Don Víctor: A la postre las aguas vuelven a su cauce…

Don Hugo: … habiéndose reequilibrado las energías psíquicas y resuelto los conflictos. Pero lleva usted razón: la cosa no para en la sexualidad del propio Shakespeare. Y se lo voy a demostrar.

Don Víctor:  A quién me va a citar usted esta vez: ¿a Freud o a Jung?

Don Hugo: Nada de eso, don Víctor. Números cantan. Justamente la semana pasada acabé una estadística esclarecedora: En Tirso, autor como usted bien sabe de «Don Gil de las calzas verdes», se da travestismo en veintiuna de sus obras; en el Cervantes dramaturgo, en dos. Podría también buscarle las cifras de Calderón y de Alarcón, pero no merece la pena…

Don Víctor: Muy bien, muy bien, pero me interesaría mucho la de Lope, que era tan mujeriego.

Don Hugo: De sus cuatrocientas sesenta comedias, en ciento trece se da también el travestismo.

Don Víctor: ¡Me ha matao!

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