
Don Hugo: ¿Qué le parece, don Víctor?
Don Víctor: Buen vino, afrutado y con ese regustito tan fresco a regaliz.
Don Hugo: ¿Cuánto cree usted que me ha costado?
Don Víctor: Hombre, don Hugo, a ojo de buen cubero… entre seis y diez euros.
Don Hugo: Agárrese usted, don Víctor: ¡Un euro sesenta!… ¡y con dos meses de barrica!
Don Víctor: ¡Atiza!… Cómo han mejorado los vinos españoles desde que éramos estudiantes…
Don Hugo: Por aquel entonces, se preguntaban los enólogos franceses cómo con nuestro clima y nuestra altitud media, conseguíamos hacer un vino tan malo…
Don Víctor: … hasta que nuestros bodegueros recurrieron a ellos y se importaron aquellos métodos modernos.
Don Hugo: Hoy en día no hay vino español malo.
Don Víctor: ¿Recuerda usted cuando al bueno de Dupré le convidamos a comer y le regamos aquel cocido con ese Borsao que no llegaba a dos euros? ¡El pobre creyó que le tomábamos el pelo!
Don Hugo: Fuera como fuera, observó con gran lucidez que la relación calidad-precio de nuestro vino no tenía parangón, si bien se mostró muy crítico con los nombres que se leen en tantas etiquetas…
Don Víctor: Llevaba más razón que un santo. Fíjese usted: Palomo cojo, Con un par, Malaostia, Malafollá, Cojón de gato, Teta de vaca, ¡Ostras Pedrín!, Machoman, El gordo bastardo, etc.
Don Hugo: Ésa es la versión grosera. Existe otra cursi: Tocat de l´ala, Habla del silencio, Habla la tierra, Cachito mío, Angelitos negros, Alto Cielo…
Don Víctor: ¡Igual que Vega-Sicilia, Marqués de Murrieta, Emilio Mora, Ramón Bilbao, Federico Paternina!
Don Hugo: ¿Y por qué entonces tantos nombres ridículos?
Don Víctor: En mi opinión, don Hugo, por dos motivos. El primero, la ausencia de tradición en estos nuevos productores; en segundo lugar, por su escasa formación, que los condena al mal gusto y a la arrogancia del parvenu…
Don Hugo: … amén de su espíritu inmaduro, todavía adolescentoide.
Don Víctor: Y además creerán que son los primeros a quienes se les ha ocurrido eso de épater le bourgeois y que inauguran la provocación mediática.
Don Hugo: ¿Otra copita, don Víctor?
Don Víctor: Por favor… y dígame, ¿cómo se llama?
Don Hugo: Ni cursi ni vulgar: «Sierra de Viento»