Nueva fisiognomía

Don Hugo: Así es, don Víctor, cómo pretendo desmontar a Balzac, pero antes quiero conocer su opinión al respecto.

Don Víctor: Lleva usted razón, don Hugo: todos aquellos fisiognomistas y lombrosianos pecan de rigidez y venden como ciencia algo que es tan sólo pura fantasía pseudo-científica.

Don Hugo: No desarrollan el menor fundamento que demuestre la relación de causalidad entre el carácter y la conducta, por un lado, y los rasgos fenotípicos, por otro lado.

Don Víctor: Al final, lo único que hacen es literatura, muy poco atractiva por cierto.

Don Hugo: Ahí iba yo. Si quieren hacer literatura, que la hagan bien y no la destrocen. Mi nueva nomenclatura fisiognómica es manifiestamente poética. Pretende establecer una correspondencia metafórica entre los caracteres de sugestivos personajes literarios, por una parte, con la forma y disposición de los cuernos del toro bravo, por otra.

Don Víctor: ¡Atiza, don Hugo, esto no me lo esperaba!

Don Hugo: Permítame que extienda esta pantalla y enarbole el puntero, preparados al efecto.

Don Víctor: ¡Arrea!

Don Hugo: Mi sistema se basa en oposiciones duales… Comencemos: al brocho se opone el playero, esto es, al avieso felón, reconcentrado y calculador, se contrapone el inocente desprevenido, para el cual «tout est pour le mieux dans le meilleur des mondes».

Don Víctor: Ese último es el Cándido de Voltaire. En cuanto al primero… ¿quizás Yago?

Don Hugo: Los dos me valen… Prosigamos: al acapachado enfrentaremos el cornivuelto. El primero es abúlico, tardo, indeciso y de sangre gorda.

Don Víctor: Al otro se le ve alerta, nervioso y decidido.

Don Hugo: ¡Bravo, don Víctor! Lo está usted entendiendo a la perfección.

Don Víctor: Propongo a Luis XVI frente a Marat… ¿o no valen personajes históricos?

Don Hugo: Valen perfectamente en tanto que la literatura los hizo propios… Luego están el corniapretado y el corniabierto. Si el primero sorprende por su cornada repentina de toro bravucón y bien cobarde en el fondo, el segundo pide la lid franca en campo abierto.

Don Víctor: Vamos, que está pidiendo que se le cite de lejos, como al Cid.

Don Hugo: Muy bien; pues el otro, entonces, será Vellido Dolfos… Más: el cornicerrado frente al bizco.

Don Víctor: El primero es un avaro redomado tanto de bienes como de sentimientos, mientras que el segundo es un tarambana desengañado del que nunca sabe uno cómo va a embestir.

Don Hugo: Yo había pensado en Harpagón para el primero y en Guzmán de Alfarache para el segundo… Bien: los dos siguientes: el cubeto contrapuesto al cornipaso.

Don Víctor: El primero se me antoja imposibilitado para empitonar con efectividad y como condenado a la defensa perpetua, sin el mínimo atisbo de ataque. El segundo, en cambio, tan abierto, parece querer reclamarlo todo como si todo le debiera ser dado y, si no, lo toma él con impune insolencia.

Don Hugo: Análisis irreprochable en su profunda penetración psicológica. ¡Excelente, don Víctor! Como personajes propongo al Licenciado Vidriera para el primero; en cuanto al segundo, a Don Juan… Sólo nos quedan ya el tuerto frente al zurdo.

Don Víctor: El primero me resulta acomodaticio, oportunista y tránsfuga sin escrúpulos…

Don Hugo: Sí, me parece un toro difícil de matar… ¡Talleyrand!

Don Víctor: … mientras que al zurdo se le ve venir, sabe uno de qué pie cojea: un fanático, un Trotski.

Don Hugo: En cualquier caso, todos ellos serían rechazados por defectuosos en Las Ventas.

Don Víctor: ¿Dónde están esos Amadises, esos Lanzarotes, corniveletos, amén de poderosos, codiciosos, encastados y bravos?… que tampoco se prodigan en la feria de San Isidro.

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