
Don Hugo: Yo nunca me divierto.
Don Víctor: ¿Cómo es eso, don Hugo? ¡No me diga usted que no ha disfrutado hace un rato en casa con el “Pourquoi me réveiller”! Si me ha hecho usted pincharlo tres veces…
Don Hugo: Sí, claro, don Víctor, para analizar mejor la prodigiosa messa di voce que hace Kraus en “au souffle du printemps”. No se cansa uno de estudiarla. Precisamente eso: ¡estudiar! Si es que siempre estoy ocupado; siempre tengo que hacer; me falta tiempo para aprender, para sacar adelante mis cosas…
Don Víctor: Ah, claro, si a no divertirse llama usted el estar siempre ocupado…
Don Hugo: Sí, que no sé dejar pasar el tiempo… como hacen tantos tan ricamente. Esto mío es una ansiedad que me consume.
Don Víctor: Lo que siempre le he dicho: que es usted todo un existencialista.
Don Hugo: Es tal nuestra indigencia como hombres contemporáneos, que no tenemos más que lo que hacemos…
Don Víctor: … y que no somos más que haciendo.
Don Hugo: Es la orfandad propia de un mundo desacralizado…
Don Víctor: Es nuestro horror al vacío…
Don Hugo: Si ya lo decía San Pablo, que si no creemos en la Resurrección de Cristo, somos los más miserables de los hombres.
Don Víctor: Lo que nos pasa a usted y a mí es que no paramos: ponemos a la vez una vela a Dios y otra a Sartre.