No hay nada de valor

Don Víctor: Ayer no pude por menos que indignarme… Iba en el coche…
Don Hugo: No me extraña, don Víctor, circular por Madrid es disgusto asegurado.
Don Víctor: Calle, calle, don Hugo, en esto que me adelanta una furgoneta que lleva en el portón trasero un cartel pregonando: “No hay nada de valor”.
Don Hugo: ¡Lo que faltaba! ¿Así de clarito?… Esto ya ni es relativismo ni es que sea escepticismo. ¡Es menos que nihilismo!… Lo que hoy vale, no vale mañana; lo que hace un genio vale lo mismo que lo que improvisa el primer mindundis… No hay nada menor ni peor…
Don Víctor: Está usted verbalizando todo cuanto brotó en mi entendimiento y en mi emoción en aquel momento… La verdad es que, si bien no les faltaba razón, los Enciclopedistas inocularon en los siglos venideros ese germen de descreimiento que nos carcome.
Don Hugo: Por ahí se llega a lo que planteaba el mediano de los Karamázov: ¿qué razón superior hay que me frene a la hora de robar o matar?
Don Víctor: No se me sulfure usted, don Hugo, que la cosa no iba a mayores. Luego caí en la cuenta de que el pobre transportista no hacía proselitismo de nada; sencillamente, que estaría harto de que le descerrajaran el vehículo.
Don Hugo: ¡Acabáramos! Era sencillamente un aviso a los cacos… ¡Vaya un peso que me quita usted de encima, don Víctor!

Deja un comentario