Las debilidades de Goliat, el capitán Haddock y San pedro

Don Víctor: El otro día me reprochaba Daniel que, cuando eran pequeños y les compraba tebeos los domingos, primero los leía yo y los tenía a los cuatro impacientes.
Don Hugo: Le entiendo perfectamente, don Víctor, a mí también me entusiasmaba el Capitán Trueno. ¡Cómo me reía cuando Goliat se ponía a cascar nueces haciendo chocar los cráneos de los enemigos!
Don Víctor: Goliat, como San Pedro con su espada, llevando al extremo su justiciera ley del Talión…
Don Hugo: Pero allí estaba el Capitán Trueno para templar su ira e instaurar la misericordia.
Don Víctor: Ha dado usted en el clavo, don Hugo. Siempre intuí que el buen Capitán era trasunto de Cristo.
Don Hugo: ¿No le parecen a usted otro tanto Tintín y el Capitán Haddock?
Don Víctor: Pues sí y, en realidad, aún más, puesto que el joven reportero es tan puro que ni siquiera tiene una enamorada.
Don Hugo: ¿Y que es entonces el Quijote sino un moderno evangelio laico? ¿No completa el hidalgo con sus sufrimientos la pasión del Señor tal y como lo sintiera San Pablo: «Me alegro de mis padecimientos por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo».
Don Víctor: Desde luego, cada día se supera usted, don Hugo… ¿Y qué me dice de Sancho Panza, que parece el cúmulo de todas las debilidades de los apóstoles?… Si es que, en definitiva, se le puede aplicar todo cuanto dice de aquéllos el padre Urteaga: vacilante en la fe, desesperanzado, mezquino e inconstante, desleal, ambicioso, cobarde pero jactancioso, egoísta, perezoso, intolerante y encima tan ignorante, el pobre…

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