Fortuna

Don Víctor: Siento decirlo, don Hugo, pero se han quedado con un palmo de narices.
Don Hugo: Pero si incluso nosotros, hace unos pocos años, nos pensábamos que nuestros hijos nunca conocerían otra cosa que progresar y progresar… Lo que hubiéramos dado nosotros, don Víctor, por haberles ahorrado este último vaivén de la fortuna…
Don Víctor: Diosa Fortuna, con razón Júpiter te llamaba «borracha».
Don Hugo: Ahí creo yo que se pasó un poco de la raya don Francisco de Quevedo.
Don Víctor: ¿Con que me sale usted ahora, don Hugo?… ¿ Es que acaso le da miedo la fortuna? ¿Vamos a volver a los conjuros y a la magia blanca?…
Don Hugo: No, desde luego que no, ni tampoco al horóscopo…
Don Víctor: … ya puestos, desechemos en general la astrología…
Don Hugo: … y, para acabar, oráculos y augurios… Al hombre no le será nunca dado conocer el destino que le depara la Fortuna….
Don Víctor: … sino trabajar para merecer lo bueno.
Don Hugo: Pero volvamos a Quevedo, don Víctor, cuando deja que la diosa se justifique: «Muchos reciben de mí lo que no saben conservar: piérdenlo ellos y dicen que yo se lo quito».
Don Víctor: Eso mismo: la Fortuna nos envió el viento favorable de la coyuntura económica mundial…
Don Hugo: … doblada para nosotros por los fondos de cohesión europeos…
Don Víctor: Y, sin embargo, ¿qué hicieron con todo ello nuestros administradores?
Don Hugo: Lo que dice Quevedo, por boca de la Ocasión, que se volvieron «presumidos, perezosos y descuidados».
Don Víctor: ¡Caramba, don Hugo, si es que se lo sabe usted todo!… Qué gran rapsoda homérico se perdió la antigua Grecia…

Deja un comentario