
Don Víctor: Mire usted, don Hugo, con que me salió ayer mi nieto Miguelito: «Abuelo, ¿a que no sabes cuál es la mujer más guapa del mundo?»… Yo le contesté: «Gina Lollobrigida»… por la película aquella…
Don Hugo: Sí aquélla sobre Lina Cavalieri.
Don Víctor: Pues no; según la revista «People», este año es Gwyneth Paltrow.
Don Hugo: Hombre, don Víctor, yo preferiría a Sofía Loren, pero le digo a usted como el Cándido de «La Revoltosa», que «a ver si se va a perder la Gwyneth esa / y yo soy el gacholis que se la encuentra».
Don Víctor: ¡La más bella por sólo un año, ya ve usted!… ¿Dónde queda la espera tan prolongada del pobre Jacob?
Don Hugo: Y aún el ladino del padre de Raquel lo tuvo azacaneando siete años más de lo pactado y él sin rechistar…
Don Víctor: En un año no hubiera dado tiempo a que se armara la de Troya.
Don Hugo: ¡Helena! Ésa sí que estaba de aúpa. Mire usted la que montaron los aqueos… y los de Troya, que no la soltaban ni a la de tres.
Don Víctor: ¿Qué hubiera sido de las dilaciones del amor cortés, de la demora del deseo, del ansia permanentemente renovada y no satisfecha, de las ausencias guardadas, de los deliquios y los versos?…
Don Hugo: ¿Dónde estarían doña Ginebra y doña Iseo?
Don Víctor: Como que Sandro Botticelli y Piero di Cosimo habrían tenido que fotografiar a Simonetta Vespucci en lugar de consagrarse a sus premiosos retratos.
Don Hugo: Lo mejor de todo esto, don Víctor, es que el año que viene Miguelito creerá a pies juntillas que la mujer más guapa del mundo es otra estrella diferente.
Don Víctor: Si vamos a cuentas, don Hugo, uno reconoce en sí mismo esa evolución en el ideal de belleza: muy determinado y simple en la infancia y progresivamente más matizado y flexible… se va abarcando más.
Don Hugo: Calle, calle, que van a acabar por gustarnos las de Rubens… ¡Que nos veo venir!