Martillo sin dueño

Don Hugo: Ya queda muy poquito, don Víctor. ¿Cómo se siente usted?
Don Víctor: Mejor no se lo describo, don Hugo, para no culpabilizarle.
Don Hugo: No será para tanto. Antes de ponerle la última pieza recapitulemos lo que llevamos escuchado. Hemos empezado por la «Secuencia VII para oboe» de Berio. ¿Qué le ha parecido?
Don Víctor: Yo creo que no hay nadie que la entienda.
Don Hugo: ¿Y la «Música para dieciocho músicos» de Reich?
Don Víctor: No parece música; no ocurre nada. Sólo que se oye mucha percusión: vibráfonos, xilófonos, marimbas… había también piano.
Don Hugo: ¡Claro, una tímbrica inaudita!… ¿Y qué me dice del «Canto de los adolescentes» de Stockhausen?
Don Víctor: La verdad, don Hugo, ahí no he encontrado ni rastro de melodía, ni de ritmo, ni de armonía.
Don Hugo: Naturalmente. Sólo había sonido manipulado electrónicamente. La música contemporánea busca conseguir efectos totalmente nuevos apartándose de los caminos convencionales… Fíjese en la pieza siguiente, la «Polifonía» de Penderecki. ¿Se ha dado cuenta del uso que hace de los instrumentos de cuerda como si fueran de percusión, de ese golpear las cajas, del uso de la madera del arco, de atacar las cuerdas detrás del puente…
Don Víctor: ¿No será disléxico?
Don Hugo: Seguro que ha apreciado mejor lo que hace Nono en «Hay que caminar soñando». Fíjese que todo lo basa en las dinámicas, en el cambio de velocidad, en los registros extremos, en los ataques -staccato, détaché, ¡martellato!-, en los silencios…
Don Víctor: Tenga usted un poco de piedad, don Hugo. Para abreviar, le diré que, por las notas que he tomado, las siguientes piezas me han parecido aburridísimas.
Don Hugo: Hombre, la «Sinfonía número 3» de Gorecki es repetitiva, pero aposta; la pieza de Takemitso parece siempre igual y además carece de tiempos rápidos, pero va cambiando el conjunto de instrumentos; «Fratres» de Pärt transforma mínimamente el tema, pero va aumentando la intensidad y Glass en «Einstein on the beach» repite unos mismos acordes arpegiados hasta la saciedad, pero con ello intenta generar tensión, incluso desesperación.
Don Víctor: ¡Conseguido!
Don Hugo: La última que le he puesto era el «Cuarteto de cuerda» de Lutoslawski.
Don Víctor: Eso lo compongo yo también.
Don Hugo: Porque sea música aleatoria, no crea usted que es tan fácil. Pero como le veo tan negativo, vamos a acabar de una vez…
Don Víctor: ¿Se puede solicitar antes la última voluntad del condenado? ¿Podría ponerme usted el arranque del «Concierto para violín» de Mendelssohn, que es belleza en estado puro?
Don Hugo: Mejor no. Vamos a acabar con «El martillo sin dueño» de Boulez.
Don Víctor: Por lo menos el título me parece bien elegido. Así podría titularse todo lo que me ha puesto.

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