Blanco y negro

Don Hugo: Nos decía ayer a Dolores y a mí nuestra hija que le gustan muchísimo más nuestras fotos de boda que las suyas.
Don Víctor: Y eso que las de su niña serán bien grandes y en color.
Don Hugo: Precisamente. Dice que el blanco y negro tiene una poesía y un misterio que se pierde con el color.
Don Víctor: La verdad es que la realidad que vemos, abriendo simplemente los ojos, no es nada artística: es sobreabundante en estímulos cromáticos, es prolija, desordenada, confusa, hasta sucia si me permite la expresión.
Don Hugo: No siempre, don Víctor; concédame que hay lugares muy bonitos…
Don Víctor: Pero porque seleccionamos según miramos; desechamos gran parte de lo que estamos viendo y nos imaginamos incluso la hermosa vista que podríamos componer. Delacroix mismo confesaba que era incapaz de representar todo lo que tenía delante y que para pintar un cuadro tenía que hacer previamente limpieza.
Don Hugo: Vamos, que siempre es necesaria una estilización… y al fotógrafo, en cuanto que abre el objetivo, se le cuela todo.
Don Víctor: Exactamente, pero en cambio, el blanco y negro se limita a las tonalidades, prescindiendo de las diferencias cromáticas, que es lo que encontramos, por ejemplo, en la base de los paisajes de Corot.
Don Hugo: Por algo son tan misteriosos y casi hipnóticos… Se me parecen a mis sueños, que son en blanco y negro.
Don Víctor: Fíjese, don Hugo, que la vida en blanco y negro, como al parecer ven los perros, nos resultaría mortecina, al igual que una grisalla flamenca, pero el pintor puede engalanar su representación con colores escogidos y armonizados cuidadosamente, gracias a que ha eliminado infinidad de elementos superfluos.
Don Hugo: Claro, don Víctor: una cosa es la vida y otra, bien distinta, el arte; y dentro de éste, una cosa es la pintura y otra la fotografía, cada cual con sus exigencias.
Don Víctor: Eso es lo que le va a decir usted a su hija, que tiene mucha razón y que si quiere arte, que mande revelar todo el reportaje en blanco y negro.

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