
Don Hugo: Le juro a usted, don Víctor, que el otro día sí que lo encontré. ¡Monferrato estaba por aquí!… No lo he soñado…
Don Víctor: ¿Pero no es cierto, don Hugo, que se quedó usted dormido mientras lo buscaba?
Don Hugo: Es igual. En cualquier caso Monferrato es piedra de toque del nacionalismo italiano, tanto para Tassoni como para Boccalini.
Don Víctor: Lo que me maravilla es que inventaran antes que nadie el nacionalismo en pleno siglo XVII.
Don Hugo: ¡Y que luego fueran tan negligentes como para unificarse más tarde que nadie!
Don Víctor (cantando): «Siamo tutti una sola famiglia!»
Don Hugo: El bueno de Mazzini no inventó nada. La novedad fue Garibaldi, el brazo ejecutor, que era lo que faltaba.
Don Víctor: El mismo Alessandro Tassoni ya lo había dejado formulado: «abbandonano la difesa della patria per unirsi agli stranieri nemici».
Don Hugo (cantando): «Guerra, guerra allo stranier!»
Don Víctor: Claro… porque estaba Garibaldi detrás, que si no Verdi habría tenido que cantarle al claro de luna…
Don Hugo: Pues fíjese lo que dice Trainao Boccalini, que con sólo ponerse un par de gregüescos sevillanos, los italianos se fingen «buoni spagnoli»; y con un cuello de encajes de Cambrai, «perfetti francesi».
Don Víctor: ¿No es este Boccalini el que llama a sus compatriotas «monos» por su conducta de imitación?
Don Hugo: El mismo, por más que diga que «nell´intimo del cuor loro serbano vivissimo l´odio antico».
Don Víctor: Vamos, como para un coro de Verdi.
Don Hugo: Pero entre tanto el pueblo llano se avenía a todo: «Con la Francia o con la Spagna, pur che si magna».