Viejos

Don Hugo: Pero, don Víctor, ¿cómo se pone a cantar el «Pari siamo» ahora que salimos de «La Verbena de la Paloma»?
Don Víctor: Yo mismo no me lo explico. La función me ha encantado y, sin embargo, tengo llena la cabeza de la música de Rigoletto.
Don Hugo: Eso es que su subconsciente ha establecido una relación entre ambas obras. Investiguemos… Está usted canturreando el «Pari siamo». Piense ahora en la «Verbena de la Paloma»….
Don Víctor: La noche… una calle vacía… alguien llama al sereno, pero yo venía de encontrarme con un asesino…
Don Hugo: ¡Qué paciente para Freud hubiera hecho usted, don Víctor!.. La noche, el misterio, las pulsiones, el inconsciente, ¡el Ello!
Don Víctor: Empiezo a perderme, don Hugo; no le sigo.
Don Hugo: La noche de Madrid se agiganta con las voces interminables que llaman al sereno Francisco.
Don Víctor: Sobre un lecho orquestal, la última sílaba prolongada adquiere dimensiones wagnerianas.
Don Hugo: ¡FranciscoOOOOOOOOOO!
Don Víctor: La noche es el reino de lo sublime, de las distancias insondables… el vértigo de lo infinito, como sostiene Delacroix.
Don Hugo: ¿Ve usted cómo nada es casual? ¡»Azar» es un término desconocido para el psicoanálisis!… pero prosigamos, don Víctor: usted se ha identificado con Rigoletto…
Don Víctor: Es una parte que me encanta.
Don Hugo: … y quien dice Rigoletto dice don Hilarión: ambos son viejos, ambos son ricos, ambos son desposeídos de su único afecto, Gilda y Susana, y ambos son escarnecidos por los jóvenes…
Don Víctor: Pobres viejos, tan pobres que, como dijo Cristina Onassis, sólo tienen dinero.
Don Hugo: Nunca le perdonaré a Julián el bofetón que le propina al pobre boticario.

Deja un comentario