
Don Hugo: ¡Bernini tenía que ser! ¿Qué otro sino él podría plasmar con tanta gracia la mole del elefante?
Don Víctor: A pesar de las apariencias, es llamativo lo bien que se maneja este paquidermo… pero me resulta aún más milagroso cómo Bernini lo traslada a la masa inerte del bloque de piedra.
Don Hugo: Si parece que a poco que se removiera, se le vendría abajo el obelisco.
Don Víctor: ¿Usted sabe, don Hugo, cómo titularía un alemán sus investigaciones sobre el elefante?
Don Hugo: Me imagino que me va a soltar usted una de esas palabras de treinta sílabas que aprendería en la facultad…
Don Víctor: Nada de eso: «Introducción al estudio del elefante»… en treinta y dos tomos.
Don Hugo: ¡Atiza! ¿Y entonces un italiano?
Don Víctor: Pues le propongo… «La rappresentazione estetica dell´elefante. L´arte crisoelefantina»
Don Hugo: ¡Caramba! A ver, don Víctor, ahora un inglés…
Don Víctor: Podría ser: «El elefante en las antiguas leyendas de Birmania y de la India».
Don Hugo: ¡Puro Kipling!… Pues a mí se me ha ocurrido el siguiente título para el francés: «L´ éléphant et l´amour».