Agatha Christie

Don Víctor: ¿Usted, don Hugo, es también de los que creen que la culpable fue Lady Churchill?

Don Hugo: No está probado, pero se dijo que el retrato lo quemaron entre ella y el jardinero, poco después de su muerte.

Don Víctor: Bien pudiera ser porque todavía en vida de don Winston lo arrumbaron en lo más profundo del desván…Como todos los retratos que pintaba Sutherland, entonces tan en boga, es una imagen muy cruda del viejo león al final de su decrepitud.

Don Hugo: Él mismo se encontró parecido con un viejo bulldog inglés, desorientado y temeroso.

Don Víctor: ¡Qué exposición no se podría hacer rebuscando en esos tenebrosos «salones de rechazados» que se esconden en los sobrados de las viejas mansiones!

Don Hugo: La historia que se cuenta es como de Agatha Christie haciendo desaparecer el cadáver en el jardín…

Don Víctor: … por incineración y no por inhumación…

Don Hugo: Eso es lo de menos, don Víctor. Lo importante es que hay que preservar la imagen resplandeciente del héroe que salvó a Inglaterra.

Don Víctor: La podredumbre y las cenizas alimentan la floración de los rosales.

Don Hugo: El héroe accede al Olimpo transfigurado. ¿Se acuerda usted de lo que decía Baudelaire al respecto?

Don Víctor: Hombre, claro, que «il faut être de son temps».

Don Hugo: No, don Víctor, yo me refería a aquello que dice a propósito de Holbein, David, Velázquez y Lawrence: que un buen retrato se le antoja siempre como una biografía dramatizada o más bien como el drama natural inherente a todo hombre.

Don Víctor: Anda, Sutherland, ¡chúpate esa mandarina!

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