
Don Víctor: Aún recuerdo lo que dijo mi abuelo Juan ante la noticia de que los requetés se habían unido a los militares sublevados y que estaban con ellos en la plaza del Castillo: «¿Los requetés con los militares?…¡Imposible!»
Don Hugo: Qué cándido… y no me extraña nada porque ¿quién podría entender este país?
Don Víctor: Mire usted, don Hugo, todas estas medallas son de la Tercera Guerra Carlista.
Don Hugo: Le tengo que traer yo otra más antigua de la defensa de Bilbao…
Don Víctor: ¿Y a usted qué le parece aquello de «Dios, Patria, Rey»?
Don Hugo: Pues que es una contradicción in terminis. No se trata ya de servir a dos amos, ¡sino a tres! Dejemos a un lado a Dios por no faltar, pero si se reivindica la Patria, se va contra el Rey. Patria es Revolución y Rey es Absolutismo. Para mí, don Víctor, que la solución está en Hegel: Monarquía constitucional.
Don Víctor: Pues eso… ¡justo lo que no quiere nadie!
Don Hugo: Se olvida usted de Valle Inclán, que era «carlista por estética» pues para él «el Carlismo tenía la belleza de las grandes catedrales»; tanto es así que «se hubiera contentado con que lo declararan monumento nacional».
Don Víctor: Ahí lo tiene usted: del más elaborado candor romántico al brutal candor infantil de la greguería ramoniana.