¿Sincrónicos o diacrónicos?

Don Hugo: ¿A que no recuerda  usted, don Víctor, qué remoquete daban a Vicente Pastor?

Don Víctor: ¡Cómo no lo voy a saber!… ¡El romano!

Don Hugo: Es que era un torero tan sobrio, tan seco y tan eficaz, que sugería la figura lacónica de un Escipión.

Don Víctor: Fue un mote más expresivo que si le hubieran apodado “El español”, que encierra todas esas cualidades.

Don Hugo: Bueno, bueno, lo español da para mucho más. Si no, pregúntele usted a cualquier turista por qué viene a España… pues por qué ha de ser… ¡por la fiesta!

Don Víctor: Tiene usted razón, don Hugo. Esa duplicidad la expresó a las mil maravillas la película “La kermesse heroica”, de Jacques Feyder, meritoria por muchos motivos y sobre todo por lo mal que cayó entre los belgas… Irrumpe un español en tromba como un jinete del Apocalipsis, aterroriza a los prebostes y ya están los Tercios en paso de parada con chirimías y atabales: la España de Felipe IV imponiendo su soberbia con mano de hierro…

Don Hugo: ¡El propio Olivares que viene acompañado de un inquisidor dominico!

Don Víctor: Y, sin embargo, en las secuencias siguientes, ¡qué contentas están las flamencas, qué buen humor, qué cortesía, qué inacabable banquete, qué animadas danzas, qué donaires los del buen dominico…! Y toda esa alegría obrada por la presencia española.

Don Hugo: Hay mucho de todo esto en los sueños, tal y como demostrara el doctor Freud, cuando en ellos se presentan sincrónicamente los contrarios psíquicos.

Don Víctor: Sí, sí, don Hugo, mucha sincronía onírica y todo lo que usted quiera, pero los romanos también organizaron sus tiberios, aunque diacrónicamente: primero, fueron las severas mores maiorum, cuando la República, y sólo más tarde, bajo la tiranía de los Césares, cuando ya no cabía iniciativa ni discusión posibles, se dieron a la francachela para matar el rato.

Don Hugo: Ah, claro, don Víctor, por fin he entendido el crimen de Brutus, que tanto amaba a César: evitar que un día en el Coliseo apareciera un Manuel Benítez “El Cordobés” cualquiera, con sus saltos de la rana.

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