Galdós y Valle

Don Víctor: ¡Hombre, don Hugo, tanto como pre-freudiano!… Yo reverencio a Galdós, sin necesidad de exagerar tanto…

Don Hugo: Es que Galdós sí que se interesa y llega a penetrar en lo más profundo de la psique humana, que es el inconsciente, con su secuela de enfermedades psico-somáticas.

Don Víctor: Pero, ¿no tendrá que ver más ese interés con Cervantes, sus Vidrieras y sus Quijotes?

Don Hugo: Indudablemente, pero va mucho más allá con hallazgos impensables en sus más brillantes contemporáneos… ese Valle, por ejemplo.

Don Víctor: Claro, es que don Ramón, en su afán esteticista, estaba siempre encerrado en su torre de marfil modernista, con sus caballeros legitimistas, sus melancólicas damas, sus cursis avatares, que ni él mismo tomaba en serio… o, por el contrario, con sus estridentes tremendismos.

Don Hugo: No en vano a nuestro don Benito lo motejó cruelmente de “garbancero”.

Don Víctor: ¿Le parece a usted que sería no sólo por dedicarse al comercio, sino también por ese reparar en las cuitas de gente baja y muchachas pobres?

Don Hugo: Ha dado usted en el clavo, don Víctor, y le demostraré que Galdós anuncia ya la teoría psicodinámica… Si no recuerdo mal, cuando Fortunata está intentando olvidar definitivamente a su amante y llegar a ser una buena esposa, pasa delante de un escaparate de fontanería, con sus tubos, sus empalmes y sus grifos. Pues bien, inmediatamente, se van al traste sus buenos propósitos: sus carnes anhelan perentoriamente el fuego del amor prohibido… ¿Me sigue usted, don Víctor?… Grifos, caños, tubos… ¡símbolos todos ellos, tal y como recoge el onirocriticismo de Freud, del sistema urinario masculino…!

Don Víctor: No siga, don Hugo, si ya lo entiendo.

Don Hugo: Entonces, don Víctor, ¿tenía o no tenía yo razón?

Don Víctor: ¡Touché!

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