
Don Hugo: Sólo persigue el halago del mal gusto convencional, condenándose así a lo rutinario y lo previsible.
Don Víctor: Pues sí… copias de otras copias, como ingenuo artesano que es, embobado con el cine clásico de Hollywood.
Don Hugo: Sí, sí, don Víctor, si tengo aquí el recorte… entrevista a José Luis Garci… Agárrese y escuche: “Mi madurez, el día en que empecé a vivir tranquilo, fue cuando me atreví a decir en voz alta que me gustaba más Minelli que Godard, y los westerns que Antonioni. Nunca, gracias a Ford, estuve infectado por el virus de la Nouvelle Vague”.
Don Víctor: ¡La verdad, don Hugo, es que esa confesión no tiene desperdicio! Fíjese que podría parecerse a Almodóvar por su extracción social, falta de estudios y autodidactismo, impulsado por la afición al cine. Y, sin embargo, cómo mejora al manchego su condición de artista.
Don Hugo: Claro, Almodóvar investiga, inventa, se atreve, provoca…
Don Víctor: Amén de su sentido del humor, su refinamiento estético, su creatividad…
Don Hugo: También a Almodóvar le dieron el óscar… pero seguro que no pensaba más que en la película que a él le hubiera gustado ver, según la iba haciendo.
Don Víctor: En cambio, es público que Garci hizo “Volver a empezar” con el propósito de que le premiaran los americanos.
Don Hugo: ¿Usted se imagina a Shakespeare y Cervantes, a Ghirlandaio, Gozzoli o Antonello compitiendo por un galardón anual de la Signoria florentina o del Virreinato de Nápoles?
Don Víctor: Sentirían la vergüenza de ver su obra rebajada a mercadería a subasta como lote de pescado en la lonja y, sin embargo, en nuestra civilización burguesa, ¡cuántos premios!
Don Hugo: ¿Cómo puede una obra de arte justificarse por el solo propósito de llevarse un premio?