
Don Víctor: Desde luego, don Hugo, no me acostumbro a la hostilidad de estos graffiti que tanto degradan nuestros paisajes urbanos…
Don Hugo: Yo le preguntaría, por ejemplo, al señor Kubrick si no le pesa haber dado tanto realce a las bandas callejeras violentas con su “Naranja mecánica”, ésas que se han multiplicado como plaga bíblica por todo el planeta…
Don Víctor: Entonces, ¿lo censura usted como artista?
Don Hugo: Pues hasta cierto punto, sí… tal vez no calculó los efectos secundarios de sus revelaciones artístico-sociales…
Don Víctor: Usted lo ha dicho… desaparecido el mecenazgo, el artista moderno, lo quiera o no, es siempre social.
Don Hugo: Qué duda cabe de que a poco que se rasque el tejido social, todo se nos aparece como un caos. Será por tanto deber del artista iluminarlo, extraer perfiles invisibles al común, definir contornos, evidenciar las sombras que nacen de las luces… en definitiva, don Víctor, ayudarnos a ver claro…
Don Víctor: Pero entonces, don Hugo, ¿en qué quedamos?… porque usted no cree que deba esconderse el polvo debajo de la alfombra…
Don Hugo: No, claro, pero es que al dar carta de naturaleza a esos grupos y conductas antisociales, al hacer épica de la bellaquería, está, a la postre, recreando una sociedad aún más bronca y más violenta, de la que, quizás a su pesar, se esté erigiendo en profeta.
Don Víctor: No le digo que no, pero es que el meollo de todo esto es la libertad: el artista escoge libremente y entrega su producto a la sociedad. Ha hecho su trabajo interpelándonos. Será nuestra responsabilidad, individual y colectiva, aprender o no de ello. La respuesta es nuestra y eso es lo que cuenta.
Don Hugo: Entonces, don Víctor, ¿usted piensa que Stanley Kubrick dormía tranquilo?