
Don Víctor: ¿Narcisistas?…
Don Hugo: Pues sí, don Víctor, ensimismados, complacidos, deslumbrados por los frutos de su propio genio e ignorantes de lo de fuera.
Don Víctor: Hombre, claro, don Hugo, cuando se tiene a un Bernini, ¿qué escultores buscar fuera?
Don Hugo: Sí, la verdad… ¿Rodin… Salzillo?… ¡quite, quite!… pero la pintura es otra cosa…
Don Víctor: ¡Cuántos Tizianos produjo Italia antes de hallar fuera un solo Velázquez?
Don Hugo: Quizá en arquitectura…
Don Víctor: En Italia son legión los Brunelleschi: Alberti, Sangallo, Bramante, Palladio, Vignola, Juvara… ¿qué tenemos al otro lado?… ¿Herrera, Mansard, Wren?… Por cierto, encuentra usted ahí fuera a algún Miguel Ángel con su Sixtina, sus Tumbas Mediceas, su Plaza del Capitolio?…
Don Hugo: Ahora mismo, sólo se me ocurre Diego Manrique, el de Lanzarote… pero ¿dónde pone usted la música de Bach, de Haydn, de Mozart, de Haëndel, de Beethoven?…
Don Víctor: ¿Y quiénes enseñaron a todos esos alemanes lo que era una sonata, lo que era un concierto, lo que era un aria, lo que era una sinfonía o lo qué era una ópera?…
Don Hugo: Sí, sí, pero a Shakespeare no me lo toque.
Don Víctor: ¡Maravilloso! Aunque usted sabe bien que sus padres se llamaban Dante, Petrarca y Boccaccio.
Don Hugo: Es que a mí, don Víctor, me da dolor de corazón que los italianos apenas conozcan el Quijote y se crean que es un mero entretenimiento humorístico.
Don Víctor: En verdad que su narcisismo les ha menguado en ese caso.