De lo mudable de las costumbres

Don Hugo: ¡Vaya, por Dios, don Víctor, otra vez se nos queda corto el tiempo!… A ver si vamos a hacer esperar a las señoras… Ya estarán tomando el aperitivo…

Don Víctor: ¡Y menos mal, don Hugo, que hemos quedado a las tres, que si fuéramos franchutes, no hubiéramos tenido tiempo más que para recoger la entrada!

Don Hugo: ¿Recuerda usted “El castellano viejo”, de Larra?

Don Víctor: Sí, claro, cómo le advierte al Pobrecito Hablador, al convidarlo, de que llegue pronto, que en su casa no se siguen las costumbres extranjerizantes de comer tarde.

Don Hugo: Y también en no sé qué episodio nacional de Galdós, dos cortesanos reprochan a la Reina María Cristina que los haga comer tan tarde, como si La Granja fuera Nápoles.

Don Víctor: ¡Y ahora es todo lo contrario!… Para cuando queremos comer en el extranjero, resulta que ya han cerrado las cocinas, y nos reímos de esos turistas que a las siete de la tarde ya están cenando.

Don Hugo: Ayer fue de aquella manera… hoy, de esta otra…

Don Víctor: ¿Y mañana?… ¿quién puede decirlo?

Don Hugo: Afirma don Claudio: “No tengo por conclusa la fragua de la contextura temperamental de ninguna nación en ningún momento de su historia, y por ello no puedo prescindir del golpear del martillo de la Modernidad sobre el yunque de nuestro Medioevo en la forja de lo hispánico”.

Don Víctor: ¡Inapelable!

Deja un comentario