
Don Hugo y don Víctor (cantando):» Valiente entre los valientes,
su vida juega a la suerte.
Ni le alsa pelos la muerte,
ni el Diablo con más rasón«.
Don Víctor: Estos eran corridos de verdad y no los narcocorridos.
Don Hugo: Es que ya no hay héroes populares como aquéllos, que actuaban a pecho descubierto, poniendo siempre su vida al tablero.
Don Víctor: «Nasí despresiando la vida y la muerte», empezando por la suya propia, y no manejando a sus esbirros desde el seguro de un escondite.
Don Hugo: ¿Y aquello de… (cantando) «Tus hombres son machos y son cumplidores…»?
Don Hugo y don Víctor (cantando): «… Valientes y ariscos y sostenedores,
no admiten rivales en cosas de amores».
Don Víctor: Como don Juan, tampoco Juan Charrasqueado, «de las mujeres consentido», dejaba «en esos campos una flor».
Don Hugo: Es la lista de Don Giovanni, que también se atreve a tenérselas tiesas a la estatua del Comendador cuando ya le ha agarrado para llevárselo al Infierno.
Don Víctor: «Y como Cuauhtemoc, cuando estoy sufriendo,
en ves de rajarme, me aguanto y me río».
Don Hugo: ¡Ni que hubiera leído a Espronceda…! «Yo me he echado el alma atrás.
Juzgad si me dará un bledo
de Dios ni de Satanás».
Don Víctor: Por eso estos héroes mexicanos se permiten decir cosas como «Soy rey de los albures».
Don Hugo: Y mire que me dan envidia estos «desperados», capaces, en su desmesura trágica, de desafiar constantemente al Cielo y a la Tierra, a los dioses y a los hombres con sus leyes, de vivir al filo de…
Don Víctor: No me irá a decir usted, don Hugo, que, bajo ello, se esconde la necesidad inconsciente del hombre civilizado añorando, tanto en lo ontogenético como en lo filogenético, el período límbico de lo amoral?
Don Hugo: Déjelo, don Víctor… ¿Por qué no seguimos cantando?
Don Hugo y don Víctor (cantando): «Por caja quiero un sarape,
por crus mis dobles cananas,
y escriban sobre mi tumba,
mi último adiós con mil balas»