Los barcos de Sully Prud´homme

Don Hugo: Decía así: «… porque las mujeres tienen que llorar / Y los hombres, en su curiosidad, han de exponerse a los horizontes engañosos».

Don Víctor: Parece algo atávico que venga desde las hordas de cazadores paleolíticos. La Naturaleza lo imponía.

Don Hugo: Para mí, que cuando aquel cazador primitivo pasaba las de Caín, persiguiendo al mamut, ¡cuánto no echaría en falta el calorcito de la hoguera, a la boca de su cueva!…

Don Víctor: Y sin embargo, calentito y ya saciado, ¡qué pronto le importunaría la bulliciosa prole y cómo le aguijonearían las ganas de volver junto a sus compañeros en pos de una nueva presa!

Don Hugo: ¡Ay, don Víctor, qué poco nos complacemos en lo que tenemos!

Don Víctor: Sí, don Hugo, la vida es pura añoranza de lo que dejamos…

Don Hugo: La cuestión es o renunciar a todo lo demás para proteger una vida que se quiere cumplir a la perfección, o bien lanzarse a la aventura como para vivir varias vidas.

Don Víctor: Y como consecuencia, la insatisfacción permanente…

Don Hugo: En definitiva, que si hay arraigo, hay tedio, pero si hay aventura, hay desasosiego.

Don Víctor: El creador, a veces, se redime: el artista, el literato, el intelectual, el investigador son capaces de echar profundas raíces y al mismo tiempo de crear mundos donde vivir aventuras y asumir riesgos.

Don Hugo: Creo que Sully Prud´homme acababa así: » … los grandes bajeles, huyendo del puerto menguante, / Sienten su masa retenida por el alma de la cuna lejana».

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