
Don Víctor: ¿Quién no se conmovería ante lo sublime de este paisaje, que parece surgido tal cual de las manos del Creador?
Don Hugo: Pues, don Víctor, no tiene usted que buscar bien lejos… Seguro que estaba usted acordándose de aquella película que tanto nos gustó: “Tasio”.
Don Víctor: Me ha adivinado usted, don Hugo. ¡Qué panorámicas tan bien traídas, qué comunión la de Tasio con la naturaleza…!
Don Hugo: Sí, sí… fantasías de don Moncho Armendáriz. ¿De verdad cree usted que el buen carbonero dejaba perder su mirada sobre aquellos bosques como el elegante viajero de Friedrich sobre un manto de nubes?
Don Víctor: ¿Y por qué no, don Hugo? Para eso no hace falta ni tener estudios ni saber qué es el Romanticismo…
Don Hugo: ¡Pero hombre de Dios, veo que el pobre de Maslow investigó en vano!
Don Víctor: ¿El de la pirámide?
Don Hugo: ¡El mismo! Ese gran psicólogo estableció científicamente que las conductas y apetencias humanas están férreamente jerarquizadas: en la base, las necesidades más puramente animales y, en el pináculo, las emociones estéticas…
Don Víctor: Claro, ese pináculo donde se encarama el viajero de la levita.
Don Hugo: … que son las que nos configuran como seres humanos.
Don Víctor: ¿Cómo que Tasio no era sensible a la Belleza? ¿No dice mientras contempla a la moza en el baile: “Más bonita, ni en pintura”?
Don Hugo: Sí, don Víctor, pero usted apunta a un escalón intermedio. Tasio nunca, para desgracia suya, podría emocionarse ante, pongo por caso, un Ghirlandaio… ¡que eso sí que es pintura! Tasio, en toda esta belleza, es incapaz de ir más allá de lo utilitario, al igual que un zorro o un petirrojo…
Don Víctor: ¡Caramba, don Hugo, usted con sus quitagustos!… Yo que, en el fondo, llegué a sentir envidia de él… ¡pero espere! ¿Y Gayarrre?, ¿no era un pobrecillo pastor del Roncal y, sin embargo, se empinó sobre esa cúspide de la que usted habla, hasta hacer llorar a todos?
Don Hugo: Tuvo la suerte de que la música lo sedujo como una diosa y lo llevó al Olimpo, mientras que Tasio, seamos sinceros, ¿llegó a conocer a algún Hilarión eslava o a algún Mariano Fortuny?
Don Víctor: Calle, calle, que me estoy emocionando tanto que veo que me caigo a los subterráneos de la pirámide esa, por debajo del mismísimo Tasio… ¡las lágrimas no me dejan ver el paisaje!